domingo, 11 de mayo de 2014

La (nueva) novia de tu ex


Si he de ser sincera, siempre pensé que este blog sería un blog de una única entrada. Una entrada sobre mi ex; o mejor dicho, sobre la necesidad de recuperarme de mi ex. Creí haber encontrado la clave de esa recuperación y decidí extenderla a las mujeres que necesitaran escucharla cuando ni si quiera yo quería realmente hacerme caso a mí misma. Pero sabía que esa era la clave para salir adelante y oye, resulta que a veces una sí que se puede dar auto-consejos (a pesar de la incapacidad que tenemos a priori para ello). La cuestión es que decidí dejar el blog así para que quien buscara como recuperar a su ex, se diese cuenta de que a la persona que realmente necesitaba recuperar era únicamente a sí misma.
Han pasado nueve meses desde entonces y es curioso que lo que me haya vuelto a traer a este blog sea precisamente lo que me hizo abrirlo (y abandonarlo acto seguido): mi ex. 

Cuando decidí pasar página y “olvidarme” de mi ex, intenté deshacerme de todo lo que pudiera traer su recuerdo a mi mente y en ese proceso mi sensatez me hizo quitar sus notificaciones de facebook. Lo último que necesitaba era ver algo que pudiera hacerme más daño, y para evitar eso lo mejor es no ver nada en absoluto. Pero con el paso de los meses dejó de importarme todo lo relacionado con él (vamos, que me había “curado” totalmente). Hasta que un día me entró la curiosidad… ¿qué sería de él? ¿Y si entro en su perfil? Tenía la seguridad de que cualquier cosa que viese no podría hacerme daño, al fin y al cabo él ya no me importaba… era parte de mi pasado, un simple recuerdo enterrado en el cementerio de las relaciones fallidas. 

Así que decidí entrar en su página y ahí estaba: ELLA. Su –nueva- novia. Mi “sustituta”. La que ahora ocupaba mi (antiguo) lado de la cama, la que ahora dormía a su lado, sobre las sábanas que YO había comprado. Mi reacción a priori fue pensar “al menos es más fea que yo”; lo que luego corroboraron mis amigas: “Es feísima, tú eres mucho más guapa” “está gorda ¿no?”. Y por su fuera poco, además añaden nuevas cualidades horribles a la criatura como si la conocieran de toda la vida: “seguro que es tonta” “tiene cara de borde, debe ser súper antipática”. Pero lo cierto es que la chica ni era fea, ni parecía borde y seguramente, tampoco sería tonta. De hecho, si mi ex tuvo el (buen) gusto de escogerme a mí una vez en su vida… esta chica tampoco podía estar tan mal. 

¿Por qué tenemos las mujeres esa tendencia a criticar a la nueva novia de nuestros ex? ¿Acaso desmerecer a esa mujer nos va a hacer sentir mejores? Es cierto que duele pensar que una persona que estaba con nosotras decidió acabar con esa relación y ahora está disfrutando con otra persona. Nuestra tendencia autodestructiva nos hace pensar ¿qué teníamos nosotras de malo? ¿Qué tiene ella que yo no tenga? ¿Por qué ella y yo no? Pero la verdad es que todas estas preguntas son completamente absurdas. Está claro que todos tenemos un pasado; pero también un presente. Tuviste un pasado en común con esa persona y ahora tienes un presente a parte. Y es lo natural, él ha seguido con su vida y tú has seguido con la tuya. Él tiene una nueva relación y seguramente tú tienes otra con otra persona (y si no es así, la tendrás, te lo aseguro). Y es esa nueva persona la que importa, al igual que para él será “ella” la que le importará hoy en día; cosa que no significa que ella sea ni mejor ni peor que nosotras, simplemente es la evolución natural de las relaciones. 

Es importante saber dejar el pasado atrás, saber qué es lo que forma parte de él y aprender a que (a pesar de ser una parte de nosotras) no nos afecte en lo que de verdad importa: el aquí y ahora. 

Así que una vez asumido que esa era su nueva vida volví a mirar las fotos de mi ex y su nueva novia tranquilamente y vi que incluso parecían felices ¿y sabéis qué? Me alegro por ellos. Pero, sobre todo, me alegro por mí. Sí, POR MÍ. Porque cuando llega ese momento en el que de verdad no te importa, en el que por encima de las elecciones que hizo tu ex te valoras a ti misma… en ese momento, sabes que estás por encima de todo lo que una vez te dolió. Eres fuerte, eres autosuficiente y, lo más importante, eres feliz.

miércoles, 17 de julio de 2013

Quien se va sin ser echado, regresa sin ser llamado

El refranero… Ese importante pilón de la sabiduría popular que tantas veces nos ayuda a recalcar afirmaciones que no encuentran otra base más allá del refrán. Y es que hay cosas en la vida que se escapan a cualquier lógica o entendimiento, pero que pasan las suficientes veces como para que parezca una “ley universal”. Claro está que el refranero se confunde, no es aplicable a todos los casos y por si no os habíais dado cuenta: se contradice casi siempre. 

Entre los cientos de refranes que existen, cómo no, también hay un pequeño hueco para las relaciones; y en consecuencia, para las rupturas. Sin ir más lejos hace poco me acordé del refrán que dice eso de “quien se va sin ser echado, regresa sin ser llamado”.  Pero ¿Es cierto que si dejamos marchar a los hombres que nos han abandonado, regresarán sin más a nosotras?

El desencadenante de recordar este refrán y plantearme esas cuestiones fue un email que apareció en mi bandeja de entrada hace unos días. Era de una amiga a la cual su novio había dejado hace escasos meses. En conversaciones anteriores Belén me había estado contando cómo había seguido mis consejos (y los de otras amigas) y había roto todo contacto con su ex. Al fin y al cabo, si alguien te deja lo mejor que puedes hacer es “desaparecer”. Primero hacerlo por ti y por tu salud mental (nadie se recupera de una ruptura estando pegada a su exnovio); y segundo, porque si persigues a un hombre que ha decidido dejar la relación lo único que consigues es alejarlo aún más de ti y empeorar las cosas. Como iba diciendo, Belén llevaba varios meses sin tener noticias de su ex; gracias a esto, ella fue capaz de empezar a rehacer su vida centrándose en si misma por primera vez en mucho tiempo. Evidentemente, eso no significa que no le echase de menos, pero podría decirse que estaba mucho mejor al haber cortado la comunicación. Pues bien, en su email me contaba cómo había recibido varios mensajes de su ex (¡después de meses de silencio absoluto!) en los que afirmaba echarle de menos y le preguntaba si podían quedar para hablar. Cuando lo leí, vaticiné lo que iba a suceder; a pesar de que Belén no lo tenía nada claro y sentía un miedo atroz a lo que podía pasar si se veían. Le dije que estuviese tranquila, ella había conseguido ser una mujer fuerte por sí misma como para enfrentarse a una conversación con su ex. A los pocos días recibí de nuevo noticias suyas: habían decidido dar una oportunidad a la relación de nuevo. Y es que por lo visto, su ex estaba claramente arrepentido de haberla dejado y se había dado cuento de lo mucho que la quería. A pesar de eso, rehacer la relación no ha sido fácil; después de una ruptura hay que tener muchas ganas y las cosas muy claras para arreglar lo que se ha roto (al fin y al cabo, si solo se ponen parches, las cosas se acaban estropeando de nuevo). 

El caso de Belén no es el único que conozco que hace honor al refrán. Pero eso no significa que todos los hombres que se van, luego quieran volver. Y, seamos francas, lo peor que puede hacer una chica ante una ruptura es atarse a esta idea. Guardar la esperanza por un tiempo quizás te sirva de consuelo;  pero ya se sabe lo que dicen “Amar y no ser amado es tiempo mal empleado” (sí, me sé más refranes). Y es que agarrarse a un clavo ardiendo también duele y seguramente a la larga… acaba siendo peor. La esperanza hay que mirarla como una gran escalera, quedarse en el primer escalón puede no ser peligroso; pero cuanto más alto se sube, más grande será la caída y el daño que ésta produzca en nosotras. Y no hay que decir que después de una ruptura lo último que necesitan nuestros corazones es que los machaquemos con más golpes.

¿Y entonces qué podemos hacer nosotras si parece que no tengamos ni voz ni voto ante una relación que ha decidido romper la otra persona? Vale, quizás cuando una persona se va de nuestras vidas sea decisión suya. Pero no debemos sentir que nosotras no tenemos absolutamente nada que decidir en esa ruptura. Un hombre puede decidir largarse sin más (la mayor parte de las veces de forma “inesperada”), pero somos nosotras las que decidimos si cerrar la puerta tras él o no.

Por si no lo estáis intuyendo, he aquí mi consejo: ¡cerrad la puerta! Una puerta no es sólo una barrera contra el dolor que puede provocarnos quien se fue, también es un sistema que nos deja un espacio cerrado para nosotras mismas. Y en una ruptura, ese espacio es de vital importancia. Hay que avanzar, seguir con tu vida, centrarte en ti misma, volver a hacer cosas que te gustan hacer y descubrir nuevas cosas que quizás antes no has tenido tiempo de probar. Trabajar en una misma lleva al punto clave de la cuestión y es que cuando menos te lo esperes… volverás a ser feliz. El mejor consejo que me han dado ante una ruptura (y el que más me costó comprender en esa situación) fue precisamente ese: “sé feliz por ti misma”. 

Quién sabe, quizás sea verdad es que dicen de que quien se va sin ser echado, regresa sin ser llamado… Pero lo importante es que para entonces, nosotras seamos lo suficientemente fuertes y autosuficientes como para poder realmente decidir si volver a abrir esa puerta que cerramos o si dejar entrar de nuevo a esa persona. Además, si de refranes se trata, no hay que olvidar otro de los más famosos… cuando una puerta se cierra, otra se abre. Así que nunca se sabe lo que puede traernos ese tiempo que dediquemos únicamente a nosotras mismas y a nuestra felicidad. 

Yo por mi parte he decidido seguir mi camino y cerrar esa puerta. 
No es cuestión de olvidar. Es cuestión de superar.