miércoles, 17 de julio de 2013

Quien se va sin ser echado, regresa sin ser llamado

El refranero… Ese importante pilón de la sabiduría popular que tantas veces nos ayuda a recalcar afirmaciones que no encuentran otra base más allá del refrán. Y es que hay cosas en la vida que se escapan a cualquier lógica o entendimiento, pero que pasan las suficientes veces como para que parezca una “ley universal”. Claro está que el refranero se confunde, no es aplicable a todos los casos y por si no os habíais dado cuenta: se contradice casi siempre. 

Entre los cientos de refranes que existen, cómo no, también hay un pequeño hueco para las relaciones; y en consecuencia, para las rupturas. Sin ir más lejos hace poco me acordé del refrán que dice eso de “quien se va sin ser echado, regresa sin ser llamado”.  Pero ¿Es cierto que si dejamos marchar a los hombres que nos han abandonado, regresarán sin más a nosotras?

El desencadenante de recordar este refrán y plantearme esas cuestiones fue un email que apareció en mi bandeja de entrada hace unos días. Era de una amiga a la cual su novio había dejado hace escasos meses. En conversaciones anteriores Belén me había estado contando cómo había seguido mis consejos (y los de otras amigas) y había roto todo contacto con su ex. Al fin y al cabo, si alguien te deja lo mejor que puedes hacer es “desaparecer”. Primero hacerlo por ti y por tu salud mental (nadie se recupera de una ruptura estando pegada a su exnovio); y segundo, porque si persigues a un hombre que ha decidido dejar la relación lo único que consigues es alejarlo aún más de ti y empeorar las cosas. Como iba diciendo, Belén llevaba varios meses sin tener noticias de su ex; gracias a esto, ella fue capaz de empezar a rehacer su vida centrándose en si misma por primera vez en mucho tiempo. Evidentemente, eso no significa que no le echase de menos, pero podría decirse que estaba mucho mejor al haber cortado la comunicación. Pues bien, en su email me contaba cómo había recibido varios mensajes de su ex (¡después de meses de silencio absoluto!) en los que afirmaba echarle de menos y le preguntaba si podían quedar para hablar. Cuando lo leí, vaticiné lo que iba a suceder; a pesar de que Belén no lo tenía nada claro y sentía un miedo atroz a lo que podía pasar si se veían. Le dije que estuviese tranquila, ella había conseguido ser una mujer fuerte por sí misma como para enfrentarse a una conversación con su ex. A los pocos días recibí de nuevo noticias suyas: habían decidido dar una oportunidad a la relación de nuevo. Y es que por lo visto, su ex estaba claramente arrepentido de haberla dejado y se había dado cuento de lo mucho que la quería. A pesar de eso, rehacer la relación no ha sido fácil; después de una ruptura hay que tener muchas ganas y las cosas muy claras para arreglar lo que se ha roto (al fin y al cabo, si solo se ponen parches, las cosas se acaban estropeando de nuevo). 

El caso de Belén no es el único que conozco que hace honor al refrán. Pero eso no significa que todos los hombres que se van, luego quieran volver. Y, seamos francas, lo peor que puede hacer una chica ante una ruptura es atarse a esta idea. Guardar la esperanza por un tiempo quizás te sirva de consuelo;  pero ya se sabe lo que dicen “Amar y no ser amado es tiempo mal empleado” (sí, me sé más refranes). Y es que agarrarse a un clavo ardiendo también duele y seguramente a la larga… acaba siendo peor. La esperanza hay que mirarla como una gran escalera, quedarse en el primer escalón puede no ser peligroso; pero cuanto más alto se sube, más grande será la caída y el daño que ésta produzca en nosotras. Y no hay que decir que después de una ruptura lo último que necesitan nuestros corazones es que los machaquemos con más golpes.

¿Y entonces qué podemos hacer nosotras si parece que no tengamos ni voz ni voto ante una relación que ha decidido romper la otra persona? Vale, quizás cuando una persona se va de nuestras vidas sea decisión suya. Pero no debemos sentir que nosotras no tenemos absolutamente nada que decidir en esa ruptura. Un hombre puede decidir largarse sin más (la mayor parte de las veces de forma “inesperada”), pero somos nosotras las que decidimos si cerrar la puerta tras él o no.

Por si no lo estáis intuyendo, he aquí mi consejo: ¡cerrad la puerta! Una puerta no es sólo una barrera contra el dolor que puede provocarnos quien se fue, también es un sistema que nos deja un espacio cerrado para nosotras mismas. Y en una ruptura, ese espacio es de vital importancia. Hay que avanzar, seguir con tu vida, centrarte en ti misma, volver a hacer cosas que te gustan hacer y descubrir nuevas cosas que quizás antes no has tenido tiempo de probar. Trabajar en una misma lleva al punto clave de la cuestión y es que cuando menos te lo esperes… volverás a ser feliz. El mejor consejo que me han dado ante una ruptura (y el que más me costó comprender en esa situación) fue precisamente ese: “sé feliz por ti misma”. 

Quién sabe, quizás sea verdad es que dicen de que quien se va sin ser echado, regresa sin ser llamado… Pero lo importante es que para entonces, nosotras seamos lo suficientemente fuertes y autosuficientes como para poder realmente decidir si volver a abrir esa puerta que cerramos o si dejar entrar de nuevo a esa persona. Además, si de refranes se trata, no hay que olvidar otro de los más famosos… cuando una puerta se cierra, otra se abre. Así que nunca se sabe lo que puede traernos ese tiempo que dediquemos únicamente a nosotras mismas y a nuestra felicidad. 

Yo por mi parte he decidido seguir mi camino y cerrar esa puerta. 
No es cuestión de olvidar. Es cuestión de superar.  

domingo, 7 de julio de 2013

¿Quién hay detrás?

Soy de esa clase de personas (si es que es una "clase") que para superar una ruptura necesita horas y horas de conversación y horas y horas de escuchar las historias sobre otras relaciones que cualquiera me pueda contar. Me empapo y me sepulto bajo mil relatos reales sobre corazones rotos, corazones felices, corazones inconformistas, corazones que no sienten y corazones que sienten demasiado. Y tras enterrarme a mi misma bajo toda esa información, la voy analizando poco a poco, aprendiendo tanto de lo bueno como de lo malo que cada una de esas experiencias te puede dejar. Quizás sea algo aprovechado, pero aprender de los fallos de los demás y de los aciertos y quedártelos para usarlos en tu beneficio es lo que más te puede ayudar a afrontar situaciones que más tarde se te presenten en la vida. (¡A parte de haberlo vivido tú misma, claro está!).

Actualmente me he topado de frente con la soltería de nuevo (aclararé que no ha sido de forma voluntaría... sino que mi novio, o mejor dicho mi ex, decidió terminar la relación que yo hasta entonces veía como perfecta; por supuesto, al romper conmigo toda esa perfección se evaporó). Esta circunstancia me ha dejado tiempo para dedicármelo a mi misma y para dedicárselo también a mis amigos, amigas y familiares. Lo que me ha llevado a plantearme muchas cosas sobre las relaciones y las rupturas. 

Es cierto que cada persona es única y con lo cual cada relación y cada ruptura también es única. Pero lo que nos hace únicos son los pequeños detalles; respecto a lo demás... todos somos "iguales". ¿Y si esa igualdad se traduce en patrones de conducta? ¿o en miedos que todos llegamos alguna vez a sentir? ¿o en sentimientos que nos atacan cuando menos lo esperamos?

Está claro que todos nos hemos llegado a sentir identificados cuando ese amigo nos habla de lo muy enamorado que está de la chica que está empezando a conocer. O cuando nuestra mejor amiga nos llamó llorando y desesperada porque su novio le había pedido "un tiempo" (que se convirtió en una eternindad y más tarde en un "si te he visto no me acuerdo"). O cuando una de tus amigas relata algún problemilla en la cama con su chico... etc.

Así que reuniendo todas esas historias, todas esas conversaciones y todas esas experiencias contadas por amigos, amigas, madres, primas, tías y hasta abuelas; después de mil consejos y decenas de libros... Aquí está un espacio en el que intentaré compartir todas esas inquietudes con las que alguna vez todas nos hemos sentido identificadas. Toda esa búsqueda de entender qué pasa con las relaciones, qué pasa con nosotras y qué pasa con ellos.