El refranero… Ese importante pilón de la sabiduría popular
que tantas veces nos ayuda a recalcar afirmaciones que no encuentran otra base
más allá del refrán. Y es que hay cosas en la vida que se escapan a cualquier
lógica o entendimiento, pero que pasan las suficientes veces como para que
parezca una “ley universal”. Claro está que el refranero se confunde, no es
aplicable a todos los casos y por si no os habíais dado cuenta: se contradice
casi siempre.
Entre los cientos de refranes que existen, cómo no, también
hay un pequeño hueco para las relaciones; y en consecuencia, para las rupturas.
Sin ir más lejos hace poco me acordé del refrán que dice eso de “quien se va
sin ser echado, regresa sin ser llamado”. Pero ¿Es cierto que si dejamos marchar a los
hombres que nos han abandonado, regresarán sin más a nosotras?
El desencadenante de recordar este refrán y plantearme esas
cuestiones fue un email que apareció en mi bandeja de entrada hace unos días.
Era de una amiga a la cual su novio había dejado hace escasos meses. En
conversaciones anteriores Belén me había estado contando cómo había seguido mis
consejos (y los de otras amigas) y había roto todo contacto con su ex. Al fin y
al cabo, si alguien te deja lo mejor que puedes hacer es “desaparecer”. Primero
hacerlo por ti y por tu salud mental (nadie se recupera de una ruptura estando
pegada a su exnovio); y segundo, porque si persigues a un hombre que ha
decidido dejar la relación lo único que consigues es alejarlo aún más de ti y
empeorar las cosas. Como iba diciendo, Belén llevaba varios meses sin tener
noticias de su ex; gracias a esto, ella fue capaz de empezar a rehacer su vida
centrándose en si misma por primera vez en mucho tiempo. Evidentemente, eso no
significa que no le echase de menos, pero podría decirse que estaba mucho mejor
al haber cortado la comunicación. Pues bien, en su email me contaba cómo había
recibido varios mensajes de su ex (¡después de meses de silencio absoluto!) en
los que afirmaba echarle de menos y le preguntaba si podían quedar para hablar.
Cuando lo leí, vaticiné lo que iba a suceder; a pesar de que Belén no lo tenía
nada claro y sentía un miedo atroz a lo que podía pasar si se veían. Le dije
que estuviese tranquila, ella había conseguido ser una mujer fuerte por sí
misma como para enfrentarse a una conversación con su ex. A los pocos días
recibí de nuevo noticias suyas: habían decidido dar una oportunidad a la
relación de nuevo. Y es que por lo visto, su ex estaba claramente arrepentido
de haberla dejado y se había dado cuento de lo mucho que la quería. A pesar de
eso, rehacer la relación no ha sido fácil; después de una ruptura hay que tener
muchas ganas y las cosas muy claras para arreglar lo que se ha roto (al
fin y al cabo, si solo se ponen parches, las cosas se acaban estropeando de
nuevo).
El caso de Belén no es el único que conozco que hace honor
al refrán. Pero eso no significa que todos los hombres que se van, luego
quieran volver. Y, seamos francas, lo peor que puede hacer una chica ante una
ruptura es atarse a esta idea. Guardar la esperanza por un tiempo quizás te
sirva de consuelo; pero ya se sabe lo
que dicen “Amar y no ser amado es tiempo mal empleado” (sí, me sé más
refranes). Y es que agarrarse a un clavo ardiendo también duele y seguramente a
la larga… acaba siendo peor. La esperanza hay que mirarla como una gran
escalera, quedarse en el primer escalón puede no ser peligroso; pero cuanto más
alto se sube, más grande será la caída y el daño que ésta produzca en nosotras.
Y no hay que decir que después de una ruptura lo último que necesitan nuestros
corazones es que los machaquemos con más golpes.
¿Y entonces qué podemos hacer nosotras si parece que no
tengamos ni voz ni voto ante una relación que ha decidido romper la otra
persona? Vale, quizás cuando una persona se va de nuestras vidas sea decisión
suya. Pero no debemos sentir que nosotras no tenemos absolutamente nada que
decidir en esa ruptura. Un hombre puede decidir largarse sin más (la mayor
parte de las veces de forma “inesperada”), pero somos nosotras las que
decidimos si cerrar la puerta tras él o no.
Por si no lo estáis intuyendo, he aquí mi consejo: ¡cerrad
la puerta! Una puerta no es sólo una barrera contra el dolor que puede
provocarnos quien se fue, también es un sistema que nos deja un espacio cerrado
para nosotras mismas. Y en una ruptura, ese espacio es de vital importancia.
Hay que avanzar, seguir con tu vida, centrarte en ti misma, volver a hacer
cosas que te gustan hacer y descubrir nuevas cosas que quizás antes no has
tenido tiempo de probar. Trabajar en una misma lleva al punto clave de la
cuestión y es que cuando menos te lo esperes… volverás a ser feliz. El mejor
consejo que me han dado ante una ruptura (y el que más me costó comprender en
esa situación) fue precisamente ese: “sé feliz por ti misma”.
Quién sabe, quizás sea verdad es que dicen de que quien se
va sin ser echado, regresa sin ser llamado… Pero lo importante es que para
entonces, nosotras seamos lo suficientemente fuertes y autosuficientes como
para poder realmente decidir si volver a abrir esa puerta que cerramos o si
dejar entrar de nuevo a esa persona. Además, si de refranes se trata, no hay que olvidar otro de los más famosos… cuando una puerta se cierra, otra se
abre. Así que nunca se sabe lo que puede traernos ese tiempo que dediquemos
únicamente a nosotras mismas y a nuestra felicidad.
Yo por mi parte he decidido seguir mi camino y cerrar esa puerta.
No es cuestión de olvidar. Es cuestión de superar.